*Ricardo Alfredo Sodi Cuellar
La justicia ha sido la máxima aspiración de la humanidad. El concepto como tal es multifacético y abarca todos los aspectos de la convivencia social. Justicia retributiva, restaurativa, económica, integral, con perspectiva de género, inclusiva, antropocéntrica, ambiental, por mencionar algunas categorías; pero en suma justicia social en su concepción integral. Lo anterior, refleja el equilibrio que debe existir en todos los aspectos de la convivencia humana y su relación con su entorno.
Pero sin duda, lo más difícil en la vida es conseguir los equilibrios. Suelen ser frágiles, difíciles de sostener y en muchos casos insuficientes para satisfacer todas las aspiraciones sociales. Esta tarea, la de administrar justicia, queda en manos de los jueces, pero la idea que se tiene de ellos, no siempre coincide con la realidad e incluso, se ignoran las limitaciones que tienen en el ejercicio de sus funciones.
En principio, un juez se encuentra constreñido al ordenamiento jurídico, sustentado en la clásica división tripartita de poderes, Ejecutivo, Legislativo y Judicial. El titular de la función jurisdiccional se encuentra limitado por las funciones que la Constitución y el ordenamiento jurídico le tienen reservado, en cuya construcción no participó y en la mayoría de los casos no se consideró ni siquiera su opinión.
El apotegma latino, “la ley es dura pero es la ley”, a veces obliga al juzgador a aplicarla mecánicamente pues ello constituye formalmente su deber. De no hacerlo incurriría en responsabilidad administrativa o penal. El mal sabor de boca que queda a un juzgador sabedor de que aplicó la ley, pero no hizo justicia, es más frecuente de lo que se cree. La severidad de las penas y lo rígido del sistema probatorio, frecuentemente inciden en condenar al inocente o absolver al culpable, todo ello en función de la aplicación de la formalidad jurídica y la tasación de la prueba.
Difícil tarea, especialmente cuando los medios de comunicación han alcanzado la mayor presencia en la vida pública. La justicia y su mundo se han convertido en un foco de atención muy relevante. Frustración e incomprensión, son las marcas de la injusticia; se reflejan diariamente en los medios de comunicación y en redes sociales. Pero no debemos olvidar que estos sentimientos, se presentan a ambos lados de la barandilla.
Las partes en un proceso judicial, quienes reclaman justicia, muestran ambos síntomas al igual que el juzgador. Incomprensión recíproca, que conduce al debilitamiento del tejido social y de las estructuras de gobierno. Por ello sostengo que la “calidad humana”, debe estar al servicio de la justicia, pero en su doble aspecto: jueces sensibles al dolor humano y a las carencias sociales y por otra parte, una sociedad enterada de las limitaciones legales y humanas que tienen los jueces.
La mutua comprensión nos llevará a lograr un entendimiento sólido y sobre todo a sensibilizar a los integrantes de los poderes Ejecutivo y Legislativo, de la relevancia social de fortalecer al Poder Judicial y convertir a los jueces en piezas centrales de la respetabilidad y legitimidad del estado democrático de derecho.
*Magistrado Presidente del Tribunal Superior de Justicia del Estado de México