*M. en P. S. Alejandro Gutiérrez Cedeño
Sin duda nuestra preparación tecnológica, el uso de redes sociales, algunas plataformas virtuales estaban tan próximas a nosotros que ni siquiera imaginamos el uso que les daríamos este año, es más podríamos decir que estábamos preparados medianamente para la utilización de todas estas herramientas tecnológicas, sin embargo, quizás en lo que no estábamos preparados era en la esfera psicológica, del uso necesario, obligado y también por la seguridad y protección de nuestras vidas este 2020.
Ha sido sin duda un año donde la combinación del mundo tecnológico y nuestras estructuras psicológicas entrarían en un amalgamamiento que traería consigo muchas adaptaciones, y además necesarias, en nuestras formas de afrontarlo muy diferentes y diversa de acuerdo con nuestra formación educación y conformación de esta capacidad para entender y convivir, no sólo la pandemia sino también la infodémia, pues nos saturamos de datos, de cifras, de hechos, de anécdotas, de experiencias cercanas. Sin duda conlleva a una parálisis mental que por supuesto nos coloca en la línea entre la salud y la enfermedad.
Cómo decirle a nuestro cerebro, a nuestras familias, a nuestro entorno qué era necesario modificar nuestros comportamientos, porque sin lugar a duda el entrar a la pandemia debimos y debemos que tendríamos que modificar nuestros comportamientos con la única intención de favorecer la pronta adaptación.
En este sentido si las condiciones psicológicas nos favorecían aun el confinamiento no será factor para desencadenar relaciones intrafamiliares difíciles, pero si debemos hacer la observación que el mismo confinamiento va a potencializar o resaltar aquellos conflictos intra familiares desde antes de la pandemia, ya fuera con con nuestros hijos, , nuestra pareja nuestros compañeros de trabajo, nuestros jefes inmediatos, la pandemia los vino acentuar lo que ya existía y por el contrario si mis vínculos sociales familiares estaban anclados de manera positiva pues justamente fuimos lo suficientemente estables para conciliar, negociar, integrar, construir y diseñar un ambiente favorable en los espacios físicos que nos haya tocado permanecer durante esta etapa que veíamos como cada día se prolongaba.
Durante la pandemia, no debemos perder de vista, qué mucho lo de que ocurre en el interior de las familias vivimos, es el resultado de nuestra personalidad, es decir, puedo afrontar o resolver cualquier tema por sencillo que sea con diferentes estrategia; agrediendo, gritando, evadiéndome o aislándome, rezando e implorando al creador, sin embargo es desde una formación psicológica familiar por medio de los ejemplos y las experiencias que también podemos afrontar una dificultad resolviendo a través de la preparación la información y la sinergia con los integrantes de nuestras familias, es tener la capacidad de gestión y realizando transacciones familiares positivas y equilibradas.
No olvidemos, por tanto, que la manera de como vivamos esta experiencia de la pandemia del COVID-19 determinará, sin duda, una condición futura para que quienes vivan con nosotros particularmente los niños y quizás los adolescentes y los adultos y adultos mayores, en un futuro próximo cuando las condiciones sean más favorables podamos recordar este 2020 como una etapa de aprendizaje, de consolidación de lazos familiares, creación de vínculos positivos, de momentos entrañables qué fueron capaz de potencializar nuestras capacidades de crear, de hacer de cada día una experiencia positiva, de integrar a los que no lo estaban, de fortalecer los lazos afectivos y de esa manera generar en nuestra memoria recuerdos y experiencias positivas, esperanzadoras y alentadoras para que nuestros hijos recuerden estos momentos como una oportunidad de desarrollo y crecimiento.
Sin embargo, también mi personalidad puede por el contrario, ser la causante de percepciones e interpretaciones derivados de mi frustración y que lo único que logre sean huellas de rencor, de odio, de desesperación y de angustia. Por tanto, la disyuntiva hoy, es primero reconocer que el ser humano, para ser humano, siempre tendrá una pequeña dosis de sufrimiento, hoy sin duda esa dosis fue mayor de la esperada pero también es claro que la humanidad, literalmente la humanidad, hemos sido víctimas de una circunstancia inesperada, la diferencia entre ser víctima y victimizarme, es decidir por una de las dos, y uno mismo podrá marcar las diferencias para lograr el bienestar psicológico y observar de qué manera en lo personal podamos proyectar a los miembros más cercanos de nuestros hogares un espacio de desarrollo y crecimiento
La personalidad es esta capacidad de enmascararnos, sin negar lo que pensamos y sentimos reconociendo que está mascara puede tener esta capacidad de adaptación, una adaptación necesaria ante los diferentes sentimientos que hoy se presenta y que van desde la desesperación, el desconcierto, la desesperanza, el enojo, también el miedo y la ira, sin embargo no hay que olvidar que estos sentimientos son factores protectores justamente de nuestra salud mental, no debemos negarlos pero sí reconocerlos, no debemos inhibirlos pero si entenderlos, no debemos ignorarlos pero si interpretarlos, para que este sentimiento que nos protege nos permite reaccionar y tener esta capacidad de caminar hacia la felicidad, al bienestar, al entusiasmo y sin duda muchas son las cosas pérdidas en esta pausa que el mundo nos día, desde ausencias familiares, dificultades de salud y económicas, complicaciones laborales entre otras.
Sin embargo, valorar y revalorar lo que tenemos, lo que se quedó con nosotros y aún existe nos puede ayudar a comprender qué mi disposición y actitud positiva determinan el bienestar psicológico.
* Coordinador del Centro de Estudios y servicios psicológicos integrales de la Facultad de Ciencias de la Conducta.
