Amor y desamor en la historia mexicana

Amor y desamor en la historia mexicana

* Maribel Vera

Intenso…, con este adjetivo se puede definir el Seminario ¨La Estética del Amor, parejas en la Historia del Arte¨, que impartió la Maestra Mónica López Velarde Estrada, quien nos llevó por un túnel del tiempo y nos permitió conocer más de cerca la historia de amor de personajes emblemáticos de la historia cultural y social de nuestro país, así como su contexto social y circunstancias de vida.

Carlota y Maximiliano

“…Qué mi sangre ponga fin para siempre a las desgracias de mi nueva patria”, fueron las últimas palaras pronunciadas en español por el Emperador Maximiliano I, poco antes de morir fusilado en el cerro de las campanas en Querétaro, terminando con su sueño mexicano y el de Carlota I, protagonistas del fallido Segundo Imperio Mexicano. Pudimos observar a través de los ojos castaños de Amalia Carlota el inmenso amor por “Max” y por el país tropical llamado México que ansiaba gobernar.

Supimos de su interés por los más olvidados, a los que trató de proteger con distintas medidas políticas, como la abolición de los castigos corporales y la limitación del horario laboral, también impulsó el ferrocarril, el transporte a vapor y el telégrafo, realizó innumerables obras de caridad, abrió hospitales, casas de cuna, guarderías, asilos. Fundó el Conservatorio Nacional, promulgó la Ley de Instrucción Pública, garantizando la educación primaria obligatoria y gratuita, entre muchas. ¡Qué sorpresa tan desagradable para  los conservadores y el clero que los trajeron a México, soñando con una corte de oropel y privilegios ¡ 

¿Cómo evitar conmoverse cuando regresó a Europa, no a suplicar ayuda, sino al cumplimiento de las promesas hechas por Napoleón III? Su desesperación se transforma en locura, una locura de amor en la que permaneció sumergida por seis lustros, hasta el día de su muerte.

Amor y locura que han inspirado numerosas novelas, películas e incluso óperas dentro y fuera de nuestro país. 


Antonieta Rivas Mercado y José Vasconcelos

También fuimos testigos mudos – tal y como la Victoria alada que creara el Oso Antonio Rivas Mercado con motivo del Centenario de la Independencia, padre amantísimo que cultivó la mente y el espíritu de la niña Tonieta – de los años turbulentos que vivió Antonieta Rivas Mercado, en los que floreció el arte postrevolucionario en nuestro país y cómo su apasionado amor hacia el arte y la cultura la volvió protagonista de este resurgir artístico.

¡Ay Antonieta!, ¡Cuánta generosidad! Te desbordaste en el dar, creaste el Teatro Ulises, formaste de la Orquesta Sinfónica de México, fuiste mecenas de numerosos artistas ¿Qué hubiera sido de los contemporáneos sin ti?

En la necesidad de crear, de darte, entregaste tu amor y tu fortuna a la causa del Ulises Criollo, con la esperanza de que serían parte de un cambio, de una trasformación en ese México de desigualdad que te dolía tanto, con la esperanza de que la educación y la cultura trasformarían al país.

Y así, una fría mañana parisina, con la desesperanza en las pupilas, terminaste con tu vida, incrustando una bala en el corazón que ya tenías hecho pedazos.


Nahui Ollin y el Dr. Atl.

Nos sumergimos en la vorágine del amor entre la fuerza del sol y del agua, Nahui Ollin y el Dr. Atl. Nosotros como él no pudimos resistir el magnetismo de los ojos verde mar de Nahui. Esa fuerza de mente y espíritu que la llevaron a ser pionera del feminismo en un México en el que no se permitía enseñar las piernas, ella se rebela, se atreve y usa las primeras minifaldas, se desnuda en cuerpo y alma y así, franca y desnuda, deslumbra con su belleza e inteligencia superdotada a propios y extraños.

Reímos imaginando las locuras que cometía en sus ataques de celos por Atl, con la explosión intensa de un volcán, como los volcanes que tanto apasionaron a Gerardo Murillo.

Nos sorprendimos al saber cómo vivió su último amor con el capitán Agacino, quien murió de manera prematura e intempestiva, dejando inconclusa su historia de amor y a quien pintó en una sábana en la que se envolvía todas las noches para dormir abrazada por él. 

Conocimos la soledad en la que vivió sus últimos días, cuando se encontraba ya agotada su belleza legendaria. Esa loca que osó vivir bajo sus propios códigos, su libertad, su arte, su sexualidad. Esa loca. Esa genio. 


Diego Rivera y Frida Kahlo

Frida Kahlo nos abre la puerta de su Casa Azul, en esta casa sí que observa el gusto por recibir invitados -la gente viene por Diego, pero se queda por Frida-, podemos imaginar a Frida orgullosa, ataviada con sus trajes típicos, riendo, contando chistes subidos de tonos, irreverente, única, y rodeada de aquella élite de artistas y librepensadores que abarrotaban frecuentemente su casa.

Entre esas paredes palpamos el dolor y la tragedia que estuvieron presentes toda su vida, la polio a los seis años, el accidente de tranvía que la imposibilita a los diecinueve años y la enfermedad que la postró en cama hasta el día de su muerte.

Sin embargo y debido a ese dolor y a su inmovilidad, descubre a su más fiel enamorado: el pincel que le permite renacer, reconstruirse, expresar ese dolor íntimo que la lacera, pero que la fortalece y le permite admirar la belleza de la vida, expresando la alegría y el optimismo de quien ama la naturaleza en muchas de sus obras.

A Diego y Frida no podemos entenderlos el uno sin el otro, el elefante y la paloma. Entrar a la casa azul es envolvernos en el amor que Frida le profesa a Diego, ese amor está presente en cada rincón de la casa, amor que vivió y sufrió hasta su último día.  

En definitiva, este seminario nos deja con hambre. Con hambre de conocer más nuestra historia y sus protagonistas, de disfrutar nuestro México, sus colores, sus sabores, su folclor, de comernos la vida a mordidas, tal y como la representara Frida en sus últimos días, en esas rebanadas coloradas y jugosas de sandía en las que se canta ¡VIVA LA VIDA!

*Participante del Seminario ¨La Estética del Amor, parejas en la Historia del Arte¨

Yo por la Justicia

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